14. Entre los derechos del hombre d bese enumerar tambin el de poder venerar a Dios, segn la recta norma de su conciencia, y profesar la religin en privado y en pblico. Porque, como bien ensea Lactancio, para esto nacemos, para ofrecer a Dios, que nos crea, el justo y debido homenaje; para buscarle a El solo, para seguirle. Este es el vnculo de piedad que a El nos somete y nos liga, y del cual deriva el nombre mismo de religin[10]. A propsito de este punto, nuestro predecesor, de inmortal memoria, Len XIII afirma: Esta libertad, la libertad verdadera, digna de los hijos de Dios, que protege tan gloriosamente la dignidad de la persona humana, est por encima de toda violencia y de toda opresin y ha sido siempre el objeto de los deseos y del amor de la Iglesia. Esta es la libertad que reivindicaron constantemente para s los apstoles, la que confirmaron con sus escritos los apologistas, la que consagraron con su sangre los innumerables mrtires cristianos [11].