Los tiempos y las circunstancias han cambiado, pero el llamado de Dios a la santidad sigue siendo el mismo para un padre atareado con dos empleos, un tcnico en computacin, un estudiante, una enfermera, una maestra, un ministro parroquial o un agente de ventas jubilado. Qu ms podemos decir, entonces, acerca de este maravilloso don de Dios?