Este hbito del buen comer ha llegado a vertebrar nuestra estirpe de tal forma que podemos pasarnos horas hablando sobre una receta, un restaurante o un plato determinado. De hecho, gran parte de nuestras comidas familiares transcurren hablando, precisamente, de comida. Desde pequeos, nos han inculcado que comer es el mayor de los placeres. Quiz este sea el motivo por el que siempre he sentido un bienestar instintivo y pauloviano cuando a medioda se oye en los patios de las casas -o en los pueblos en verano cuando las calles se vacan- el tintineo de platos y cacharros, ese preludio de la hora del almuerzo.